Si hay un parque nacional que es diferente, mágico, espectacular y misterioso ese es el Parque Nacional de Timanfaya, en Lanzarote. Un lugar en el que predominan los tonos grises, los ocres y los amarillos; donde la vida es anecdótica, pero existe; y donde la fuerza de la naturaleza ha dejado un paisaje tan espectacular que no parece de este planeta.
Declarado Parque Nacional en 1974, es uno de los mejores exponentes del vulcanismo que dio origen a las islas Canarias. De hecho, las últimas erupciones en este lugar no tuvieron lugar hace tanto tiempo. La última fue en 1824, pero las que realmente crearon el paisaje que hoy podemos contemplar tuvieron lugar entre 1730 y 1736.
El acceso al parque está restringido, no hay que olvidar que se trata de una zona muy sensible, pero también muy agreste. Sin embargo, es posible disfrutar de toda su belleza. El parque proporciona una magnífica ruta guiada a través de las llamadas “Montañas de Fuego”. A bordo de un autobús se puede contemplar la belleza de volcanes dormidos, de antiguos conos volcánicos, de lenguas de lava y, en definitiva, de un paisaje realmente estremecedor.
Pero la experiencia no acaba aquí. Justo al lado del centro de interpretación del parque, en el llamado Islote de Hilario, podemos comprobar cómo la tierra está aún muy viva y casi en ebullición a unos pocos metros de profundidad. El calor es tan elevado casi rozando la superficie que echando agua en unos tubos como si fueran de desatascos y preparados para ellos los visitantes contemplan asombrados como en cuestión de segundo vuelve con fuerza convertida en un geiser de vapor. Y no solo eso, sino que es posible reponer fuerzas en un restaurante cuyas cocinas funcionan únicamente con el calor que emiten los volcanes dormidos.
Timanfaya es un lugar de visita obligada en Lanzarote, uno de los parques nacionales más espectaculares que hay en España y un lugar que resulta imposible de olvidar por sus paisajes y la magia que lo envuelve.